
Cuando pensás que Florencia Arietto no puede caer más bajo, va y puede.
Una banda narco de la Ciudad de Buenos Aires prostituyó, abusó, torturó, asesinó y descuartizó a Lara Gutiérrez (15), Brenda del Castillo (20) y Morena Verdi (20) en Florencio Varela. No iba a hablar de eso hoy. No tenía nada que decir. Nada útil. Nada original. Podría lamentarme, buscar la última estadística, ironizar sobre por qué no nos pasamos ni tres ni dos ni ningún pueblo, explicar que una niña de 15 años no puede prostituirse sino que es violada, recordar que si una joven de 20 se prostituye hay un varón que paga por explotarla, volver a hablar de feminización de la pobreza, enojarme otra vez, cuántas veces ya, con el novio de Lali, con sus reidores… ¿Para qué? ¿Para qué?

Los detenidos por el triple femicidio
Así que no. No iba a hablar de eso hoy. Tengo un newsletter sobre el salvataje del tesoro estadounidense a medio escribir. Tiene un par de frases buenas sobre la peronización de Trump. No sé si un par. Una. Media, tal vez. Hasta un agradecimiento a mi amigo Leo Scatturice tiene. Dicen los periodistas que fueron a cubrir el viaje de Milei a la ONU que el lobbista de la SIDE estuvo dos horas reunido no se sabe con quién en el hotel del presidente argentino. Lo recibió el propio Toto Caputo.
De eso iba a hablar, pero se los voy a tener que deber. Porque en el camino me encontré con un alguna gente que está hace días empecinada en negar que en Varela hubo tres femicidios. Gente como los periodistas Eduardo Feinmann (otro amigachu del novio de Lali) o Ignacio Ortelli. Gente como la ministra de seguridad Patricia Bullrich. Gente como la mercenaria, la prostituta moral y política, la, antes que cualquier otra cosa, analfabeta jurídica Florencia Arietto.
Lo de “gente” es una manera de decir. Arrancaron disputando el rol de víctimas, como siempre: mirá los celulares que tenían, eran putas, eran viudas negras, para qué se subieron a la camioneta, adónde estaban las familias, a qué se dedica la mamá y un largo y vomitivo etcétera. Pero después apareció el argumento narco y se dieron cuenta de que garpaba más. Feinmann dijo: “a la más chiquita, la de 15, la matan no por ser mujer, sino por su condición de ladrona de merca y dinero a un capo narco”. Arietto, que dice ser abogada, habló de un robo como “móvil del crimen” (andá a saber qué es eso) y rechazó, entonces, el concepto de femicidio. Qué hubiera dicho la Arietto zaffaroniana que hacía de panelista kuka en 678, ¿no?


NOTA: si lo que querés saber es por qué debemos hablar de femicidio en este caso más allá de la cuestión narco, escroleá hasta el punto 3. Antes tengo varios insultos por proferir.
No me interesa si la calificación legal de los femicidios de Lara, Brenda y Morena ayuda o no a Milei, a Bullrich, a Kicillof o a Jorge Macri. La provincia es un polvorín hace décadas, la gente vive como el orto hace décadas, la 1-11-14 de la CABA está en manos del narco hace décadas y no me importa nada, absolutamente nada (hoy al menos) la responsabilidad política de ninguno. Para mí son todos, por acción u omisión y en distintos grados, una verdadera mugre.
Me dan asco todos. Todos ustedes. Porque si no son obtusos o inidóneos son vagos. O son soberbios. O son corruptos. O son cómplices de la corrupción. O la justifican. Como si no tuviera relación con la pobreza. Como si se pudiera hablar de derechos humanos mientras se afana del Estado. Como si creyeran de verdad que se justifica chorear si la guita es para financiar su propia subsistencia política que, a la vez, al final de la película, buscará, según prometen, algún fin superior como reducir la pobreza, ampliar derechos o hacer derramar al mercado.
Por no hablar de los que directamente son cómplices del narco. De los que agarran guita del narco, de los que miran para otro lado a sabiendas de que sus polis agarran guita del narco porque los necesitan para fabricar bajas artificiales del delito, de los que protegen a jueces o fiscales corruptos porque el que protege narcos también protege a políticos o de los que no persiguen el lavado de activos sin el cual no habría narcos porque el sistema que lava para el narco es el mismo que lava para el político.
Y qué decir de los (y muy especialmente de LAS) que desfinanciaron todas las políticas de género y de prevención de la violencia, de los y LAS que hablan de feminazis y de ideología de género, de los y LAS que proponen eliminar el tipo penal de femicidio, de los y LAS que hicieron ministro de Justicia a un tipo al que se le cayó la mujer por el balcón de un décimo piso después de haberle hecho once denuncias por violencia, de los y LAS que miran para otro lado cuando se habla del violador José Alperovich o del procesamiento confirmado por abuso sexual del intendente de La Matanza Fernando Espinoza, de los y LAS que usufructuaron la agenda feminista cuando se travistieron de progresistas, cuando arrancaron militando con Pino Solanas, con el kirchnerismo o con Carrió y terminaron disfrazadas de milicos de la derecha más rancia de la historia democrática de este país.
Les deseo una muerte lenta y dolorosa a todos, chicos. A todos los hijos de puta que de una u otra manera, queriendo, sin querer queriendo o haciendo la vista gorda mientras sus socios políticos -circunstanciales o permanentes- quieren queriendo, configuraron un país en el que una niña de 15 años y dos jóvenes de 20 son brutalmente abusadas, prostituidas, torturadas, asesinadas, descuartizadas y embolsadas por una banda narco y la agenda pública, en lugar de dirigirse a reflexionar sobre las condiciones de posibilidad de este horror, sobre las condiciones materiales, jurídicas, morales, políticas, qué decir, humanas, de este puto horror, nos obliga a hablar de una calificación legal, de un tipo penal, del significado jurídico de la palabra femicidio, de un inciso de un artículo de una ley que se llama Código Penal, en fin, de unas manchas negras sobre un papel.
La pregunta no es por qué son femicidios. La pregunta es por qué no quieren que lo sean. Mi pregunta, digo. Mi pregunta no es legal. No es jurídica. Nunca lo es. Eso es fácil. Eso es ir a ver, más o menos, qué dicen las leyes, los libros, la jurisprudencia, las normas internacionales. ¿Hay casos difíciles? Sí, qué se yo. Dicen Hart y Dworkin que sí, pero la mayoría son easy peasy, chicos. O, en todo caso, incluso cuando no lo son, resultan en debates más o menos interesantes pero siempre, al final del día, humanamente irrelevantes. ¿Leyes? ¿No ven el estado en el que está el mundo? ¿Para qué carajo sirven las leyes?
La pregunta que importa es moral. Siempre es moral. Por eso no puedo dejar de pensar, sin ironía, qué clase de basura, qué retorcida tenés que ser, Florencia Arietto, que para colmo se supone que pasaste aunque sea algunos días por una escuela de derecho, para que tu primera reacción ante el crimen de tres niñas prostituidas y descuartizadas por una banda narco sea negar que se trate de femicidios.
Quiero decir, de todas las posibilidades que te da la vida, ¿no? De todo lo que podrías decir, de todo lo que podrías callar, del respeto que te deberían merecer las víctimas y sus familias, del dolor que deberías sentir como ser humano, de las sensaciones que deberían atravesarte como madre, del miedo que alguna vez sentiste como mujer caminando sola por la calle, de la altísima responsabilidad política que deberías honrar como funcionaria pública, Florencia, ¿qué bien podrías causar o traer al mundo disputando la calificación legal del triple femicidio de tres pibas pobres de La Matanza, la puta madre?
Pero ahí está, ya está. Así que lo voy a explicar. En la Argentina, de conformidad con el art. 80, inc. 11 del Código Penal, es un homicidio agravado y, por lo tanto, penado con prisión perpetua, el caso de quien mata “a una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”. Esto es lo que denominamos “femicidio”. ¿Qué tiene que pasar para que haya un femicidio? Un varón tiene que matar a una mujer y debe mediar violencia de género.
Bien, ¿qué quiere decir eso? En lo que interesa a este caso quiere decir, primero, que una mujer no puede ser autora de femicidio, aunque sí puede encubrirlo. Por eso es irrelevante que haya dos mujeres detenidas. Lo señalo porque muchos boludos en Twitter andaban colgando la foto de los detenidos al grito de ¡no es femicidio! porque había dos minas. La minas pueden ser encubridoras. Fin.
Quiere decir, segundo, que si no media violencia de género no se aplica esta agravante. En castellano: no todo homicidio de una mujer por parte de un varón es un femicidio. Por ejemplo, un homicidio criminis causa (se mata para ocultar un robo) no será, en principio, femicidio.
Ahora bien, que deba mediar violencia de género no quiere decir, como a veces se señala y como parece creer la pretensa abogada Florencia Arietto, que el varón tenga que matar a la mujer “por su condición de mujer”. Lo que ella llama “el móvil del crimen”, que debe haber visto en alguna serie de televisión y no en una escuela de derecho, no es relevante. La violencia de género es un elemento objetivo del tipo penal de este homicidio agravado. No es un elemento de la subjetividad del autor. No importa lo que quiere, busca, cree o sabe el autor (más allá del dolo de cualquier homicidio doloso). No hace falta que tenga una motivación especial.
Por eso es que no importa nada si los supuestos narcos que mataron a Lara, Brenda y Morena buscaban castigarlas por haber “robado” dinero o estupefacientes. La única pregunta relevante es si los homicidios se produjeron en un contexto de violencia de género. ¿Hay una relación estructural desigual de poder? ¿Hay un contexto de dominación? ¿Hay saña o una violencia especial (overkill)? ¿Hay una víctima particularmente vulnerable ante el dominio coercitivo del autor? ¿Hay estado de indefensión? ¿Hay un contexto de violencia sexual previo, concomitante o posterior?
Pues sí. Hay todo esto. Hay víctimas muy jóvenes, pobres, extremadamente vulnerabilizadas e indefensas, una de ellas menor de edad y por lo tanto violada, sometidas a explotación sexual, asesinadas en forma brutal, torturadas, marcadas en sus cuerpos, expuestas en vivo en una red social por una banda narco. No cabe, queridos amigos, absolutamente ninguna duda, en ningún tiempo ni lugar, de que estamos en presencia de homicidios producidos (según lo que se sabe hasta ahora) por varones sobre mujeres en un contexto de violencia de género. Eso, en la Argentina, es un homicidio agravado que conlleva prisión perpetua y que habitualmente se conoce como “femicidio”.
La criminalidad organizada no cambia nada. Por el contrario, es uno de los contextos femicidas identificados por los protocolos internacionales y nacionales aplicables para categorizar los escenarios en los que suelen ocurrir estos delitos. Vean, en particular, el Protocolo para la investigación y litigio de casos de muertes violentas de mujeres (femicidios) de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM). Como explica la UFEM, “en esos contextos, los homicidios de mujeres suelen emerger de su utilización como mercancías, como producto de venganza entre bandas, por el escaso valor asignado a su vida o como respuesta a su desviación en relación a lo que se espera que sea su comportamiento de acuerdo al status de su género”. “Las putitas pobres chupan pija, no se afanan la guita y la merca de los narcos”, le faltó decir al periodista.
Algunas características de los femicidios en contextos de criminalidad organizada, agrega el protocolo, son que:
pueden existir con antelación al acto femicida conductas que hayan menoscabado o anulado los derechos de la víctima (captación y traslado de una persona extranjera, privación de libertad, suministro de estupefacientes, etc.);
a veces media el previo secuestro o incomunicación de la víctima con respecto a su entorno familiar/amistades;
puede tratarse de “femicidios sin cuerpo”, ya que los cuerpos de las víctimas usualmente son descartados por vías que impiden su hallazgo (en estos casos, las investigaciones se inician como denuncias de desapariciones).
Las tres características, no una, las tres, ocurrieron en el caso de Lara, Brenda y Morena. ¿Algo más necesitará la abogada Florencia Arietto para comprender que, de comprobarse lo que hasta ahora se ha comentado, estamos ante un triple femicidio? ¿Los narcos también son violentos con los varones? Ah, mirá, no sabíamos. Nos acabamos de enterar. Entonces vamos a eliminar los contextos de narcotráfico como posibles escenarios de femicidios. Es más, vamos a reformar todos los protocolos nacionales e internacionales del mundo para establecer que si el autor es narco, no es femicidio.
Para terminar, por si hiciera falta, agrego: los protocolos indican que toda muerte violenta de una mujer debe a priori considerarse un femicidio a los efectos de su investigación. Esto se llama “presunción de femicidio” y debe aplicarse por protocolo incluso si el caso parece un homicidio simple, un suicidio o un accidente. La razón de esta regla de actuación es asegurar las diligencias probatorias desde el inicio y no cometer errores o descuidos que podrían ser irreparables. Si luego la investigación establece que no es un femicidio, pues mejor. De allí se puede volver. Lo difícil es, como sabemos, retomar la pesquisa de un femicidio cuando arranca mal.
Repito: todas las muertes violentas de mujeres deben investigarse a priori como femicidios, incluso si parecen accidentes. ¡Incluso si parecen accidentes! ¡Imagínense, entonces, cómo deben tratarse e investigarse las que parecen a todas luces femicidios! Arietto, además de ser, según dice, abogada, es funcionaria pública. Debería conocer las normas que rigen en la materia, ¿no? Si no las conoce como abogada, al menos como legisladora. ¿Las conocerá? ¿Le importará? ¿Es bruta o simplemente perversa? ¿Todo lo anterior?
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
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