
El establishment peronist-friendly busca un heterodoxo moderno, pero la evidencia de los demócratas con Trump apunta en sentido contrario
Tal vez no debería opinar de lo que debe o no hacer el peronismo. Como me dijo en estos días Luana Pascual (La Loba de Catán) -a quien admiro mucho aunque nos separen el peronismo y Venezuela- “del peronismo opinamos los peronistas”. Puede ser, pero voy a opinar igual porque mi tesis es, justamente, que para volver a ganar elecciones alguna vez1, el peronismo va a tener que dejar de ser… sólo peronismo.

Y como además pienso, siguiendo a -nos ponemos de pie- Natalí “La Inca” Incaminato, de la que también me separa el peronismo pero no sé si Venezuela, pienso, digo, que el centrismo no fue ni nunca será nada por mucho que me duela, entonces aquello de que el peronismo solito no va a poder posiblemente signifique, en lo que me concierne, que va a tener que echar mano de los progresismos. De modo que, como progresista que soy, sí puedo -debo- hablar del peronismo.
Anticipo que, lejos de lo que se viene sosteniendo esta semana en plan “hay que correrse hacia el centro vía economistas à la Álvarez Agis y empezar a hablar de inflación, responsabilidad fiscal y macro ordenada”, lo que yo creo que debe hacer el peronismo para enfrentar a LLA y volver a representar a las mayorías es similar a lo que se viene observando con respecto a los demócratas y las clases trabajadoras en Estados Unidos.
¿Y qué cosa es eso? Refrescar el branding para evitar un “democratic penalty” (castigo a los demócratas sólo por ser demócratas), hacer cagar al establishment de las estructuras partidarias y anclar el consabido populismo económico en propuestas concretas para la micro de las clases a las que el “partido de la inclusión”, como dice Pablo Semán, supo alguna vez enamorar. Sintonía fina pero sin branding peronista. Una especie de populismo peronista no-peronista.
Antes, dos aclaraciones. Toda esta discusión parte de la base de que el peronismo está en problemas desde hace al menos 10 años. Esto no quiere decir que se deba reconocer necesariamente que el peronismo (o la oposición en general, for that matter) tenga que cambiar o que sea el principal responsable del triunfo de LLA. Yo no tengo dudas de ambas (es el principal responsable y tiene que cambiar). También deben repensarse todos los centrismos, pero perdieron por tanto margen el domingo pasado (en especial el invento stolbizereano de “Provincias Unidas”) que ya casi no vale la pena considerarlos. El radicalismo, la Coalición Cívica, Lousteau, Margarita, Manes, Randazzo y compañía van camino a la desaparición política. Como dije el día de la elección:

La segunda aclaración es que acá la batalla cultural tiene poco y nada que ver. No hay evidencia empírica de su impacto positivo en imagen o elecciones, al menos no de manera determinante. Más bien lo contrario: las encuestas que venimos viendo todos (el Gobierno también) desde que Milei es Presidente muestran que, lejos de bancar la batalla cultural, la sociedad sigue estando mayoritariamente a favor de políticas de derechos como el divorcio, el matrimonio igualitario y la interrupción voluntaria del embarazo. Los argentinos no se derechizaron ni un milímetro. La cultural war puede ser significativa en Europa y, en menor medida, en Estados Unidos, pero acá no. Acá es un arma de fidelización de bases dogmáticas y, en especial, una bomba de humo para tirar convenientemente cuando hay algún quilombo en la economía.
Debe haber muchas más, posiblemente una por cada ser humano mayor de 14 años que habita este país, pero me parece que hay tres principales. Veamos.
Tesis N°1: lo que tiene que hacer el peronismo ante la avanzada libertaria de Milei es nada. Esperar. Apostar a que salga mal. En todo caso, operar para que salga mal. La crisis va a llegar. Cuando la choque (à la Macri en 2018, apenas meses después de ganar las midterms incluso por algo más que Milei el domingo pasado), ahí estará el viejo y querido peronismo para conducir. Es lo mismo que sugirió en Estados Unidos James Carville, el inventor de la famosa frase “es la economía, estúpido”, en un artículo de febrero de este año: “roll over and play dead (…) [a]llow the Republicans to crumble beneath their own weight and make the American people miss us”. Hacerse el muerto, esperar a que los republicanos caigan por su propio peso y que el pueblo nos extrañe. Una retirada política estratégica.
En la Argentina esta es una pésima idea. De hecho, fue un poco lo que se le pidió a Taiana después del 7 de septiembre, cuando el peronismo ganó las legislativas provinciales. Do nothing. Win. Hubo memes y todo. Y la verdad es que el tipo cumplió. Tal vez demasiado. Se hizo tan bien el muerto que parecía, bueno, muerto. Salvo para negar que Venezuela sea una dictadura. Ahí sí habló. ¿Cómo terminó? Con otro meme. Do nothing. Lose.


Tesis N°2: lo que tiene que hacer el peronismo ante la avanzada libertaria de Milei es partidocracia. Mejor dicho, el kirchnerismo. Sigo representando un núcleo del 20-30% de la sociedad. No me voy a ningún lado. Soy un estorbo para cualquier aspiración real de poder que contraste con los psiquiátricos que nos gobiernan y que pretenden poner en discusión cosas tan básicas como la ayuda a las personas con discapacidad, los derechos de los niños con cáncer del Garrahan o las necesidades de los jubilados a los que la policía de Patricia Bullrich caga literalmente a palos todos los miércoles, pero bueh, Cristina corazón, vamo’ a bailar al balcón.
Como explicó Pablo Semán esta semana en Gelatina: “el peronismo se deshace como fuerza social para hacerse como fuerza parlamentaria. Se autodestruye en su capacidad de representación para privilegiar la vida de sus representantes. Es una liga de buscadores de cargos”. Una especie de UCR con los dedos en V. Otro que me resultó brillante fue el que maneja la cuenta de X @_damorismo, que creo que es un pibardo que se llama Fran Damore. Sobre su segundo posteo: ojalá se equivoque, porque yo realmente creo que sin peronismo no hay alternativa a Milei, pero tampoco la hay con cristinismo. El posteo de hoy de CFK en redes daría cuenta de que Damore no se equivoca.

Tesis N°3: lo que tiene que hacer el peronismo ante la avanzada libertaria de Milei es centrismo. Hay que inventar un peronismo que acepte presupuestos macro no populistas. Responsabilidad fiscal. Macro ordenada. La cosa sana. Esta fue la tesis principal de esta semana. Buena parte del periodismo (y posiblemente del establishment peronist-friendly) está detrás de esta idea. Llamen a Álvarez Agis, a Matías Kulfas, a alguno de esos que duerme todas las noches con el mercado pero que cada tanto coge con el peronismo2.
Acá se mezclan dos planos distintos: el diagnóstico y el prescriptivo. El diagnóstico es, creo, más que correcto: el peronismo es el partido de los trabajadores (o el panperonismo es el “partido de la inclusión” de Semán), pero a los trabajadores los dejó hace rato en bolas en Pampa y la vía. La maquinita, la inflación, el riesgo de híper, 50% de pobreza, hospitales y escuelas públicas hechos verga, etc. Como me dijo mi frenemy Lucas Llach no sin algo de razón en respuesta a aquel tuit mío parafraseando al General en plan “no es que Milei sea tan bueno”:

Yo sigo pensando que si te pasa por arriba un gobierno que presenta como candidatos a ex vedettes semi analfabetas y amigos de los narcos no es porque ellos sean tan buenos sino porque vos sos definitivamente horrible, pero es indudable que el hecho concreto de haber controlado sensiblemente la inflación tiene peso en muchísimas personas a las que le dio una estabilidad que no veían hace muchos años.
¿Recesión? Sí. ¿Desempleo? También. ¿Informalidad? Claro. Pero es como dijo Shila Vilker en el reportaje que le hizo esta semana Galia Moldavsky con relación al votante peronista que dejó de votar peronismo para acompañar a LLA: lo que sienten es que “sale mal o sale mal”. O sea, la alternativa a que salga mal el proyecto libertario no es que salga bien con otros (con el peronismo), sino que también salga mal. Lo mismo explicó Andrés Malamud con María O’Donnell y Ernesto Tenembaum: “la gente elige el riesgo de estar mal con los nuevos antes que la certeza de estar mal con los que pasaron”.
Pero, desde el punto de vista prescriptivo, la idea de “un centrismo para el peronismo” me parece espantosa. No hace falta decir mucho. Basta con mirar los números de “Provincias Unidas”. Papelón. No hay centrismo en la Argentina. Lo digo no sin dolor. O sea, yo voté Paulón-Katz (los quiero mucho) y he votado socialdemocracia toda mi vida electoral, salvo en puntuales situaciones que prefiero olvidar, guiño-guiño. Pero la verdad es que centrismo is dead. No hay ancha avenida del medio, ni angosta, ni bicisenda. Nada.
You win, Inca. Les recomiendo mucho uno de sus primeros posteos acá en Substack, intitulado “Qué hacemo”. A La Inca no le gusta el centrismo, of course. Pero su punto ahí no es tanto “no me gusta” sino “los libertarios están tan allá que la única manera de ir al centro es tirar del otro lado pero bastante lejos del centro”. En sus palabras: “si queremos de verdad reacomodar la agenda pública en un centro, la única manera es crear otro polo opuesto que tensione hacia ese lugar. Creo que cualquier otra cosa -y no veo que el devenir de los acontecimientos me refute- es como jugar al juego de la soga tirando desde el centro ante un fisicoculturista que tira desde el extremo derecho”.
En su momento le escribí para decirle “awante el centrismo”, pero la realidad se empeña en desmentirme. Los que intentan hacer mileísmo sin Milei mueren. Ahora, supongamos que en términos estrictamente procesales The Inca tiene razón: ¿adónde hay que ir para tirar de la otra punta de la soga y venir al centro? ¿A Bregman? ¿A un kirchnerismo reloaded? Porque, incluso dejando de lado el núcleo histórico de antiperonismo, no parece que las mayorías quieran volver al pasado. ¿Entonces? ¿Se puede hacer populismo (económico) sin peronismo?
Los gringos tienen un problema similar al nuestro3. Los demócratas son un lastre. “Lajente” no los quiere ni ver. Se supone que es el partido de los trabajadores, pero en el rust belt (el cinturón industrial del centro del país) no los vota ni el loro. Muchos creen, como acá, que es por el wokismo y la cultural war. Pues no, mi ciela.
El problema no es decirle “elle” al gato. El problema es que las clases medias y trabajadoras, sin importar si son blancos, negros o latinos, se hincharon los huevos de la falta de resultados de los demócratas, de su falta de idoneidad, de honestidad y de conexión con los problemas reales de “lajente”. Por eso votaron a Trump, no porque sean tontos, fachos o desclasados, que es lo mismo que se dice acá un poco en plan “les gusta cagar en baldes” pero al revés.
Un estudio cualitativo de septiembre pasado del Center for Working Class Politics, el Labor Education Action Research Network de Rutgers University y la Jacobin Foundation realizado sobre 3000 electores de Pennsylvania, Michigan, Ohio y Wisconsin encontró que los antiguos votantes del Partido Demócrata les aplican a sus candidatos un castigo sólo por ser demócratas: un “Democratic penalty”.
Los investigadores hicieron un experimento controlado con candidatos hipotéticos con plataformas full populismo económico. No estamos hablando de la macro. No es comparable con Argentina. Digo, para los que quieren justificar la maquinita en pesos por el déficit fiscal gringo. Pero, volviendo, hablamos de medidas concretas en la micro. Full populistas, pero en la micro. Cosas como precios máximos para medicamentos o aumentos de impuestos a los súper ricos. O sea, lo contrario de lo que, con todas las diferencias que tienen en materia comercial, vienen haciendo tanto Trump como Milei. La única diferencia entre los falsos candidatos era que unos fueron identificados como Demócratas y otros como Independientes.
¿Qué pasó? Que las propuestas populistas gustaron mucho y de manera transversal en términos tanto ideológicos como de clase. O sea: en Estados Unidos hay barro para amalgamar una masa heterogénea que apoye políticas económicas progresistas. El problema fue que, en promedio, los Demócratas tuvieron ocho puntos menos que los Independientes. En Ohio el gap llegó a 16 puntos. Los electores castigaban a los Demócratas sólo por estar identificados como tales.
No sorprende porque ocurre en la realidad. Googleen “Sherrod Brown”. Y más aún, el Democratic penalty es mayor entre los electores a los que apunta el partido: los latinos, los trabajadores y los votantes de áreas rurales o pequeños pueblos apoyan mucho más a candidatos independientes con el mismo tipo de propuesta económica populista. Y más allá también, Miren si no la experiencia Mamdani en Nueva York: lo votan hasta los judíos del Upper East.
Es decir que el problema de los demócratas no es un supuesto wokismo o extremismo ideológico. No es tampoco el populismo económico. El problema es el branding. El Partido Demócrata es una marca dañada. Fracasó porque desilusionó a sus votantes. No porque se haya corrido ideológicamente, sino porque perdió efectividad. Dejó de representar. Perdió conexión con su electorado. La sociedad cambió y los demócratas no lo vieron. Quedaron enrevesados en sus internas de élite, en sus negocitos de estructura partidaria, en sus debates ideológicos comiendo salmón en Washington. “Out of touch, corrupt and ineffective”. Así los ven en el cinturón industrial.
Me parece bastante evidente la analogía con este peronismo que desde hace 10 años no performa para sus votantes. Es cierto que nosotros tenemos un temita que se llama antiperonismo, ¿no? Muchos dirán que acá no hay penalty, sino gorilas. El 40% de siempre. El del Macri de 2015, el de Milei en 2023 o, como dijo hoy CFK, incluso el de Angeloz 1989. Puede ser, chicos. Yo creo que no es sólo eso y que, como vienen explicando Semán y algunos otros en los últimos cuatro años, la amalgama PRO-LLA levanta desde hace rato mucho voto históricamente peronista. Pero, además, aun si fuese puro voto gorila, eso no querría decir que tal como vino se irá y que así como a Cristina la dieron por muerta mil veces y siempre volvió, volverá a volver.
Yo creo que algo cambió para siempre. Incluso si Milei la choca. Incluso si su 2026 se parece al 2018 de Macri. Los presupuestos del populismo económico micro seguramente serían deseados por muchos votantes de Milei tanto como desean que se mantenga la pax inflacionaria. Pero la desilusión, la incompetencia, la corrupción, la hipocresía… eso ya no se perdona. El branding peronista está dañado. ¿Hay que hacer centrismo? No, hay que disputarle el poder a las estructuras partidarias (léase Cristina) y hacer populismo peronista no-peronista.
³ Me parece metodológicamente bastante razonable mirar pal Norte considerando que de ahí vino el monstruo. Trump antecedió a Milei y cuando acá nos dimos ya era tarde. Allá hay varios experimentando con antídotos. Miremos, pues, a ver si ganamos algo de tiempo.
Newsletter semanal sobre política,
(in)justicia y actualidad. Sale los viernes.
¡Suscribite ahora gratis!